sábado, 3 de enero de 2009

LA PRUDENCIA FISCAL DE MEXICO NO EVITA LA DESACLERACION

CIUDAD DE MEXICO -- En dos ocasiones en las últimas tres décadas, México demostró que el derroche y la mala administración de un país pueden augurar una catástrofe económica más allá de sus fronteras.

En 1982, el país entró en mora en su deuda externa y desencadenó una crisis de deuda en América Latina que condujo a una década de crecimiento anémico en toda la región. En 1994, se colapsó el peso y se detuvo el flujo de capital a los mercados emergentes en todo el mundo, hasta que el Gobierno de Clinton arregló un rescate mexicano por 50 mil millones de dólares.

Sin embargo, en esta recesión, es el derrochador Estados Unidos el que está derribando al fiscalmente disciplinado México.

Al igual que a un montón de países de clase media, desde Sudáfrica hasta Brasil, economistas atribuyen a México políticas económicas prudentes que redujeron la deuda y controlaron la inflación, pero eso no ha salvado a ninguno de ellos del dolor de una recesión mundial. Se han sacado miles de millones de dólares de los mercados emergente a medida que los inversionistas buscan un refugio más seguro, que aún se considera son los billetes del Tesoro de Estados Unidos.

Cuando comenzó la espiral descendente en la economía estadounidense, los funcionarios en México argumentaron que los protegería la estabilidad macroeconómica, lograda con dificultades.

Hoy día, conforme llegan malas noticias de Estados Unidos cada semana, esos pronósticos parecen extrañamente optimistas. El Tratado de Libre Comercio para América del Norte o TLCAN, que unió tan estrechamente a México con Estados Unidos y el jueves cumplirá 15 años, está ayudando a arrastrar a México junto con Estados Unidos, justo como ayudó a levantarlo cuando los tiempos eran buenos al norte de la frontera.

Cuando la economía estadounidense estaba creciendo, gobiernos sucesivos en México contaron con la inversión extranjera y las exportaciones para generar crecimiento. Las exportaciones representan casi la tercera parte de su producto interno bruto. Sin embargo, más de 80 por ciento de ellas va a Estados Unidos, y cuando los consumidores estadounidenses dejan de comprar, no hay mercado para las televisiones de pantalla grande, las refacciones automotrices o la fruta invernal cara de origen mexicano.

"De cara a la contracción más grave en décadas, es difícil imaginar que México evite también la recesión", dijo Gray Newman, economista para América Latina de Morgan Stanley en Nueva York.

El efecto en México está quedando claro. El desempleo está en su nivel más alto en ocho años. El peso ha caído 25 por ciento, lo que ha provocado un aumento en el precio de las importaciones, afectando a consumidores y negocios que responden a los bienes importados. Las exportaciones, la producción industrial y las ventas al menudeo han caído en los últimos meses.

Aun cuando el Gobierno aún tiene que cambiar sus proyecciones de crecimiento de 1.8 por ciento para el año entrante, analistas privados dicen que la economía de México no crecerá nada en 2009. En el peor de los casos, la economía podría contraerse en algo así como 1.7 por ciento, según BBVA Bancomer, el banco más grande de México.

Las malas noticias económicas dominan en los medios informativos. Cada mañana de las últimas semanas, el influyente periodista de radio, Carlos Puig, ha invitado a propietarios de negocios a que llamen por teléfono y describan sus problemas. "Lo último que perdemos los mexicanos es la esperanza", dijo Faustina García, una persona que llamó, gerente de Bester Mexicana, una pequeña compañía proveedora de materiales para la construcción, antes de iniciar su apasionada petición de ayuda gubernamental.

Después de una década de una administración económica sólida, el Gobierno de México sí tiene algo de espacio para maniobrar. El año entrante manejará su primer déficit presupuestal en cinco años, a medida que incremente el gasto para darle un impulso a la economía. También está recibiendo préstamos nuevos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo para apoyar proyectos sociales y ambientalistas. El banco central tiene casi 85 mil millones de dólares en reservas para defender el peso y espacio para bajar las tasas de interés.

Además de eso, la secretaría de finanzas se ha ocupado de la vulnerabilidad más evidente: la dependencia en los ingresos por la exportación petrolera para financiar casi 40 por ciento del presupuesto del país.

Cuando el crudo mexicano se vendía a 130 dólares el barril el verano pasado, los funcionarios empezaron a vender las exportaciones de futuro para 2009 a 70 dólares el barril, un precio que parecía excesivamente conservador en esos días embriagadores. En el otoño, el Congreso estimó un precio de 70 dólares para sus proyecciones del presupuesto de 2009. Por lo general, el Gobierno se ajusta al precio de su producción futura comprando opciones para vender petróleo a cierto precio. Cuando el precio en el mercado aumenta por encima del de la opción, el Gobierno pierde dinero. Cuando cae, como ha sucedido, obtiene una ganancia.

La compra de opciones le costó al Gobierno 1.5 mil millones de dólares el verano pasado, pero al precio actual, por debajo de los 30 dólares, México estaría en posición de ganar más de 10 mil millones de dólares. Ese dinero iría a planes de creación de empleos en la infraestructura, el turismo y los pequeños negocios.

La cautela de México es un contraste para las políticas del otro principal exportador de petróleo de América Latina, Venezuela. Con el presidente Hugo Chávez, la economía venezolana se ha vuelto más dependiente de los ingresos petroleros para financiar sus programas sociales.

Los analistas dicen que el Gobierno mexicano ha dado los pasos correctos, pero advierten que es posible que se necesite más en el próximo para de meses.

"Por el momento, han hecho lo que pueden para encarar la crisis", dijo Jorge Mattar, el representante en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe o CEPAL. Sin embargo, comentó que el efecto de la recesión en Estados Unidos es tan amplio que las medidas hasta ahora sólo serán un paliativo. En esencia, el Gobierno estará limitado si las exportaciones caen y cierran las fábricas.

Existen otras inquietudes. Aun cuando el precio del petróleo que México obtendrá está cerrado en 70 dólares, la cantidad de crudo que puede extraer no lo está. El 22 de diciembre, el monopolio paraestatal Pemex anunció que la producción había caído 9.3 por ciento en el año, hasta noviembre. Las exportaciones bajaron 17.3 por ciento.

Si se contrae la economía, lo más probable es que se reduzca el ingreso fiscal. Y aun cuando las finanzas de México son lo suficientemente sólidas como para pedir prestado más para financiar más incrementos en el gasto, Newman de Morgan Stanley argumenta que no habrá muchos compradores de deuda de mercados emergentes.

El Gobierno enfrentará una presión particular para continuar incrementando sus programas sociales a medida que la recesión golpee más duro a los pobres, y se acercan las elecciones intermedias en julio.

En los últimos años, México y América Latina han logrado finalmente cierto éxito en reducir la pobreza. La CEPAL estima que el porcentaje de pobres en la región ha bajado de 44 por ciento a 33 por ciento desde el 2002. La pobreza extrema también ha caído de cerca de 19 por ciento a 13 por ciento.

En México, un programa gubernamental que proporciona pagos a cinco millones de familias para que los niños sigan yendo a la escuela y los lleven regularmente a las clínicas ha sido responsable de gran parte de la mejoría en la extrema pobreza.

Las remesas de los parientes que trabajan en Estados Unidos también han ayudado a reducir la pobreza en muchas regiones, pero han bajado casi dos por ciento este año.

"Los principales países latinoamericanos han conseguido logros sustanciales de mediados de los 1990 a 2006", dijo Santiago Levy, un vicepresidente del Bando Interamericano de Desarrollo en Washington, quien inició el programa mexicano hace 11 años. "Sería muy, pero muy triste que se perdiera esto".

El recomienda que los gobiernos cambien su gasto a proyectos de infraestructura que generen empleo, como la construcción de caminos rurales muy necesarios. Los gobiernos deberían subsidiar a los empleadores para que no despidan a los trabajadores y ofrecer becas temporales a familias pobres para que no saquen a sus hijos de la escuela, agregó.

Sin embargo, Levy advierte en contra de cualquier tentación de relajar las políticas fiscales disciplinadas que México y otros países en desarrollo han mantenido a lo largo de los años.

"Fue muy difícil alcanzar esos logros", explicó. "Sabemos como preservarlos. Y sabemos como evitar retroceder".

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